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Hoy, 19N, en el Día de la Mujer Emprendedora, no puedo evitar echar la vista atrás y reflexionar sobre el camino recorrido. Emprender es un desafío constante, una travesía que no siempre te permite saber qué habrá a la vuelta de la esquina.
Desde mis inicios como docente, entendí que mi propósito era ayudar a otros a encontrar el suyo, a alcanzar su mejor versión en cualquier etapa profesional. Lo que comenzó como vocación se ha transformado en una misión: guiar a líderes hacia la autenticidad, apoyarlos en su desarrollo para que sean personas capaces de enfrentar cualquier reto con la confianza de saber quiénes son y hasta dónde pueden llegar.
Cada cliente me reta a dar lo mejor de mí misma mientras yo les impulso a descubrir lo mejor de sí mismos. Ya sea trabajando con equipos de alto rendimiento o acompañando a líderes individuales, mi objetivo sigue siendo claro: ayudarles a crecer y liderar desde la coherencia y la empatía. No hay atajos en este proceso, pero a través de la inteligencia emocional y del coaching, juntos transformamos obstáculos en oportunidades y aspiraciones en logros.
Mi papel como coach me permite ver de cerca cómo pequeños cambios en la autogestión y la comunicación pueden catalizar grandes transformaciones en sus vidas y en sus organizaciones.
En un día como éste, de revisar el camino recorrido, solo puedo dar las gracias a cada uno de ellos por permitirme ser parte de su trayecto, mientras trabajamos juntos para transformar el mundo profesional desde la autenticidad y la resiliencia.